Es ley de vida que los hijos sobrevivan a los padres. Sin embargo, no por ser natural podemos aceptar una pérdida tan sensible como es la muerte de las personas que lo dieron todo por nosotros.
Siempre y cuando dispongamos de un vínculo familiar significativo, enriquecedor y cálido, toda ausencia, toda separación supone una fuente de sufrimiento que nadie nos ha enseñado a afrontar o a gestionar.
La muerte de una madre, de un padre es un vacío que nunca sanaremos. No obstante, aprenderemos a vivir con esa herida, con ese hueco en el corazón que aliviaremos con buenos recuerdos, fotografías o ese legado que conservaremos para siempre en nuestro corazón.
Te invitamos a reflexionar sobre ello y a concienciarnos de algunas estrategias para afrontar estos momentos de crisis tan duros.
La pérdida de nuestros padres, un momento para el que nadie está preparado
El dolor de la pérdida será acorde a la unión que hayamos tenido con ese padre, con esa madre. No importa tampoco si la nuestra era ya una vida independiente donde ya disponíamos de nuestra propia familia.
El legado emocional y vivencial construido con un ser querido no entiende de tiempo ni distancias, ni de años.
En nuestro interior, seguimos siendo esa persona que necesita consejos, que agradece un abrazo paternal, una mirada confiada de nuestra madre ofreciéndonos el aliento que solo ella podía darnos.
Somos seres sociales y afectivos, y la unión que llegamos a establecer con nuestros padres es tan íntima que, cuando acontece la pérdida, se fragmentan muchas dimensiones en nuestro interior.
Por ello, te proponemos tener en cuenta estos aspectos.
Cada persona vivirá el duelo de una forma
El duelo es el proceso personal por el cual llegamos a aceptar la pérdida del querido. Las fases deberían ser las siguientes:
- La negación
- La rabia
- La negociación
- La expresión del dolor emocional
- La aceptación
A pesar de que estas son las etapas más comunes, y que lo más habitual es que este proceso tenga una duración de unos tres meses, hemos de entender que cada persona lo afrontará de un modo.
Con ello queremos decir que no debemos ofendernos si un hermano u otro familiar parece no estar afectado, o reacciona de forma muy exagerada. El dolor se canaliza de formas muy distintas y no todos somos igual de hábiles para gestionarlo.
Se trata solo de encontrar tu propio “canal”, el que más te alivie. Habla con tus personas más cercanas, permanece en soledad, mira fotografías y llora cuanto necesites.
El sufrimiento día a día será menor y aunque no lo creas, podrás volver a avanzar de nuevo.
Una pérdida sin un adiós, ¿cómo afrontalo?
La pérdida de nuestros padres puede deberse a muchas razones. Una larga enfermedad, un accidente, un infarto inesperado…
- Lo que más suele doler a la hora de perder a un ser querido es no haber podido despedirnos, no haber podido decirle cuánto le queríamos.
- En ocasiones, mucha gente pierde a un ser querido tras una discusión, tras un malentendido o un palabra poco acertada que, lo queramos o no, marca un sufrimiento muy difícil de asumir.
- No podemos volver el tiempo atrás para arreglarlo. Sin embargo es necesario focalizar nuestros pensamientos y emociones en lo siguiente: un padre, o una madre sabe muy bien cuánto les quiere un hijo. No hay rencores.
No importan las desavenencias puntuales. El vínculo es tan fuerte, noble y sincero que debemos ser capaces de dar un adiós tranquilo y seguro, porque ellos siempre estarán con nosotros, sabiendo cuánto les amábamos.
La necesidad de volver a sonreír para honrar la memoria de nuestros padres
La pérdida de nuestros padres nunca se termina de superar, porque es la herida de nuestras raíces. No obstante, aprenderemos a vivir sin ellos y nos permitiremos ser felices de nuevo siempre y cuando tengamos en cuenta estos aspectos:
- Nuestros padres jamás desearían que viviésemos dominados por la tristeza. Puede parecer duro, pero es necesario que volvamos a sonreír por ellos y que nuestra felicidad de hoy sea un modo de honrar su recuerdo.
- No dudes en llenar tu mente de hechos positivos del ayer, de momentos enriquecedores que te ofrezcan fuerza y aliento.
- Los grandes momentos que llegaste a compartir con tu padre o con tu madre son regalos emocionales que, a su vez, debes trasmitir a tus hijos. Son un legado de amor y afecto que nos hace crecer como personas y que, además, nos une con un origen que no debemos perder.
Todos, en algún momento, deberemos hacer frente a un adiós para el cual no estemos preparados. Sin embargo, el amor de hoy será la fuerza de mañana. Aprende a vivir el presente, a disfrutar de tus personas queridas con plenitud y sinceridad.