La felicidad es primordial en nuestras vidas, este aspecto no debería fallar en nuestras vidas, sin embargo, a muchas personas les falta ya que estas se dejan afectar por muchos más, por seres que les rodean y que simplemente les roban esto.
Es muy probable que sientas que eres feliz porque tienes algo o porque tienes a alguien y es que en eso se ha resumido la felicidad, en tener en nuestro poder algo, cuando la verdad esto no debería ser así.
Nosotros como humanos debemos ser felices sin importar qué y aunque creamos que una situación o una persona nos puede robar la felicidad nos equivocamos, esto no debe ser así, debemos ser felices sin importar qué.
Hoy nosotros queremos hablarte acerca de una parábola con la que te ayudaremos a ser feliz sin importar nada, sin depender de nadie o de algo, y estamos seguros que te será de mucha ayuda para tu vida.
Ser feliz solo depende de ti de acuerdo a esta parábola
La felicidad muchos creerían que se puede comprar y es que nuestra felicidad la hemos convertido en algo tangible, un objeto de lujo, u avance tecnológico o incluso en una persona pero no, la felicidad debe ser intangible, debe ser algo que solo dependa de nosotros.
Son muchos quienes dicen ser felices por tener lo que tienen sin embargo muy dentro de ellos no están felices, no tienen a nadie a su lado, no pueden disfrutar con nadie, están solos y la soledad sin duda no es felicidad, claro está que no siempre hace falta alguien para ser felices.
Ser feliz puede depender de muchas cosas, cada quien le da su significado y de cómo puede hacer para obtenerla pero muchas veces no todo surge como queremos, casi siempre hay alguien o algo que parece hacer que nuestra felicidad no sea lograda.
Es muy posible que te sientas infeliz porque alguien te ha dicho algo y por eso queremos compartir esta parábola budista contigo y dice así:
“Una vez un hombre se acercó a Buda, y sin decir una palabra, le escupió la cara. Sus discípulos se enojaron mucho.
Ananda, el discípulo más cercano, le preguntó a Buda:
¡Dame permiso para darle a este hombre lo que se merece!
Buda se secó con calma y respondió a Ananda:
– No. Hablaré con él.
Y uniendo las palmas de sus manos en reverencia, le dijo al hombre:
Gracias. Con tu gesto me permitiste ver que la ira me abandonaba. Estoy extremadamente agradecido contigo. Su gesto también ha demostrado que Ananda y los otros discípulos aún pueden enojarse. ¡Gracias! ¡Estamos muy agradecidos con usted!
Obviamente, el hombre no creyó lo que escuchó, se sintió conmovido y triste”.
Sin duda alguna esta historia nos muestra que ignorar puede hacer que nuestro equilibrio interno no se vea afectado por otras personas o por los actos que estos hacen.
Solo nosotros permitimos que nos afecta y que no.
Esperamos que te haya gustado este post.