Hoy queremos rendir homenaje a las madres. Todas las madres. Las que están y las que ya no están.
Las madres ocupan un lugar importante en nuestra vida, lamentablemente la sociedad hoy las ignora estableciendo otras prioridades como la vida profesional, el dinero y el poder.
Una madre tiene una importancia primordial en la vida de una persona que se reflejará a lo largo de toda su vida. El amor de una madre no tiene precio, es incondicional y es el que más se acerca al amor universal.
Para los creyentes, el amor de madre es como el lado femenino de Dios en nuestro corazón de niños, porque representa la ternura, la dulzura, la paciencia y la compasión.
Sabemos que en una familia las responsabilidades son compartidas, pero la función que cumple una madre es tan importante para el futuro de nuestra sociedad, que no deberíamos dejarlo en un segundo plano, para priorizar otras actividades.
De este amor verdadero surgirán las futuras generaciones y tendremos como resultado niños equilibrados, compasivos y justos que contribuirán a formar una sociedad más feliz.
Es por eso que perder a una madre a edad temprana, marca de manera indeleble el corazón de una persona y lo despoja de recuerdos, de vivencias, de enseñanzas… Todo eso que otros que sí la tuvimos durante muchos años, pudimos disfrutar y hoy podemos recordar y conservar.
Los que hoy tienen la suerte de tener a su madre cerca, ¡valórenla!
El oficio de ser mamá es para siempre.
¿Cuántas veces una madre llora en silencio por las noches preocupada por sus hijos? ¿Por su salud, por sus estudios, por sus problemas matrimoniales…? ¿Cuántas veces una madre reza para que la carga que deben soportar sus hijos sea más liviana? Aun cuando ya somos adultos y tenemos problemas de todo tipo, allí está una madre siempre preocupada.
El amor de una madre no tiene precio, es un amor incondicional que simplemente da y no espera nada a cambio.
Un sentimiento de pérdida.
Es muy difícil explicarles a nuestros hijos en qué consiste la muerte. Según la edad de cada niño, explicamos que la muerte es la desaparición de una persona, que ya no la vamos a ver más, que está en algún lugar y que sólo quedan de ella recuerdos, fotos y vivencias.
Parece increíble, pero esta explicación también vale para los adultos; porque perder a un ser querido es tomar conciencia de que ya no volverá a compartir con nosotros la mesa, una fiesta, una charla…
¿Pero qué pasa cuando ese ser querido es nuestra propia madre? El sentimiento es otro. Es un sentimiento de pérdida que nos desgarra el alma. Afrontar la muerte de una madre no es fácil.
Si fue en un hecho fortuito y repentino, el sentimiento primero es de rabia y de impotencia y de querer buscar una explicación como si eso nos hiciera recuperar a nuestra madre. Si en cambio fue la consecuencia de una enfermedad prolongada que supuestamente nos prepara para lo inevitable, el sentimiento es el mismo; porque nada nos prepara nunca para separarnos de la mujer más importante en nuestras vidas: nuestra madre.
Con el tiempo, los sentimientos de pena y tristeza se van aplacando. Eso no quiere decir olvidar. Nunca se olvida.
Luego, aparecen las buenas cosas que siempre salen a la superficie y empezamos a hablar de “mamá” recordando anécdotas, riendo por las cosas que hacía, preparando esa comida que nos enseñó a hacer tan bien o conservando algún objeto en particular.
Es triste cuando vemos a personas mayores solas, sin que nadie se ocupe de ellas, sin nadie que la visite, que les haga un regalo o simplemente que les dé un beso.
Sabemos que la vida es un combate, que no es fácil, que algunas veces surgen diferencias en la familia que nos alejan, a veces para siempre.
No permitas que esto suceda. No dejes que el tiempo haga su trabajo y te quite la oportunidad de reconciliarte con tus seres queridos, incluso tal vez con tu madre. ¡Nunca lo lamentarás! Luego, ya será tarde.
Llama hoy mismo a mamá y dile cuanto la quieres. Que no llegue el momento de extrañarla y te encuentre sin poder acercarte a ella.
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