Rápidamente me viene a la memoria una frase que solían repetir las abuelas: “¡Qué fácil se crían los hijos ajenos!”
Y claro… cuando vemos una situación complicada entre padres e hijos fuera de nuestras casas, rápidamente encontramos la solución y creemos tener la respuesta a cómo se debe actuar en cada caso. Pero cuando se plantea la situación en nuestro propio seno familiar, empiezan las dudas y los interrogantes.
¿Estaremos siendo muy estrictos? ¿Estaremos siendo demasiado permisivos? ¿Debemos consensuar las reglas que se establecen dentro de la familia? ¡Cuántos dilemas!
Otro dicho muy popular dice que: “cada hogar es un mundo”, y es cierto; porque en cada familia se establecerán las reglas acordes a la realidad de cada casa y de las particularidades de los integrantes.
El punto es que las reglas son necesarias y en ocasiones debemos ser estrictas, implacables y convertirnos en “la mala”.
A veces, los padres nos sentimos desorientados. Tuvimos siempre un niño o una niña muy dócil, que aprendió rápidamente las reglas y se ajustó a la disciplina que se impuso en el hogar sin mayores inconvenientes, pero cuando llega a la adolescencia estos niños tienden a transgredir las leyes. Es natural… ¡Son adolescentes! Y entonces debemos impartir nuevas reglas y nuevas formas de hacer que se respeten.
Pero, ¿quién dicta las reglas en una casa? Lo ideal es que haya consenso y todos estemos de acuerdo explicando los porqués.
Es más fácil para nuestro niño respetar una regla si le hacemos comprender por qué debe hacerlo, en lugar de imponerle u ordenarle algo que no tiene sentido para él.
Enseñar a obedecer en lugar de enseñar a someterse, es el mejor camino. ¡Nunca lo olvides!
La psicoanalista Claudia Halmos, explica: “ejercer la autoridad no siempre es placentero, porque negarle nuestro hijo algo que desea o establecer prohibiciones, es algo que no nos provoca ningún placer y es siempre una forma de hacerlo sufrir. Algo que ningún padre quiere.
Como padres, tenemos la obligación de enseñarles a nuestros hijos, que en la vida no todo es posible y que existen las frustraciones.
Esto también puede ser algo liberador y en lo que podemos encontrar un beneficio porque el niño al que no se le imponen ciertos límites, vivirá en la eterna ilusión de que puede siempre tener más.
Recibir permanentemente cosas crea en los niños la ilusión de que nunca puede ser desdichado y entonces cuando en algún momento no se le da lo que quiere, cree que ya no es querido por sus padres.”
Respetar las prohibiciones.
Incluso aunque hayamos establecido una prohibición, es difícil para el niño renunciar a la satisfacción de sus deseos. Siempre tendrá la necesidad de probar los límites que se le han impuesto y es ahí cuando debemos convertirnos en “malos” y demostrarles que estamos convencidos de que las reglas que establecimos, deben respetarse.
“Un niño percibe muy bien la determinación y la convicción del adulto. Debes explicarle una vez el porqué de la orden que se le ha dado, y si no se cumple, se le explicará dos veces para asegurarse de que las ha comprendido.
Pero la tercera vez debemos ser firmes y hacerles saber que sabemos que comprendió perfectamente la consigna y exigir que cumpla con lo establecido. Si a pesar de eso no responde, tenemos derecho a enojarnos y habiendo reglas establecidas, avisarle que habrá un castigo. No se aconseja entrar en explicaciones sin fin, porque en este punto el niño percibe que no estamos convencidos de lo que estamos pidiendo y siempre buscará negociar. Es en este momento, en el que perdemos autoridad.
¿Qué castigo imponer?
Cada padre deberá decidir el castigo que deberá recibir un niño. Obviamente, tiene que ser algo que lo moleste, porque si no, no tendrá ningún valor. También debe estar adaptado a la falta cometida. Ni muy severa, ni muy liviana.
Simplemente puede ser un: “Ve a tu habitación”.
El castigo que va a funcionar es el que cada padre sea capaz de sostener y con la convicción en su corazón de que no está siendo extremadamente severo, ni lastimosamente laxo. Si un padre siente la necesidad de hacer sufrir de manera abusiva a su hijo, estamos frente a un problema. Luego, no sólo se sentirá mal sino que el niño percibirá que el castigo ha sido exagerado.
9 errores que no debemos cometer.
1) Creer que nuestro niño comprenderá y aprenderá las reglas solo. Esto no es así, él necesita de nuestra guía.
2) Creer que después de haber explicado las reglas, ya no es necesario volver a repetirlas. ¡Los niños siempre buscan cruzar los límites!
3) Prohibir todo. Prohibir absolutamente todo como castigo, no sólo es destructivo sino también contraproducente.
4) Dar órdenes sin explicar. Eso es casi un adoctrinamiento para la obediencia. ¡No sirve!
5) Prometer un castigo y no aplicarlo. De esta manera perdemos todo tipo de credibilidad y autoridad. La próxima vez, simplemente te mirará con una sonrisa y pasará por alto cualquier orden o regla que se le imponga.
6) Prohibir un día y autorizar al día siguiente. Los niños necesitan coherencia. Si algo está mal un día también está mal al día siguiente, y al otro, y al otro… Si nosotros mismos no seguimos una línea, nunca entenderá nada.
7) Tener miedo de hacer sufrir a nuestro niño. Está claro que prohibir algo o castigar es una frustración para él, pero son sufrimientos normales e inevitables. Es como cuando no los dejamos jugar con fuego. Puede que no quieran aceptar la orden, pero sabemos que es por su bien.
8) Otro error de los padres es creer que prohibirles algo a sus hijos, hará que estos no los quieran. ¡Esto nunca sucederá! Educar es amar.
9) Explicar los errores y sus consecuencias. ¿Tu hijo se quedó con algo que no era suyo? No sirve de nada humillarlo frente a otros y tratarlo de “ladrón”. La alternativa más válida es explicarle que eso no se hace, que está penado por la ley y que la sociedad no lo acepta. Si alguien hace lo que él ha hecho, será sancionado.
Nuestros hijos necesitan reglas. Todos necesitamos reglas. Esta condición es base para una convivencia armónica tanto en el ámbito familiar, laboral y de relaciones en general.
Las 5 “C” de la disciplina.
- Claras: esto aplica a las reglas y a las consecuencias de no cumplir las reglas.
- Concretas: establecer reglas indicando qué es lo que se espera de ellas.
- Constantes: las reglas deben aplicarse siempre, independientemente del adulto que esté presente (papá, mamá, abuelos, niñera, etcétera). Las reglas no deben cambiarse o el niño nunca las creerá.
- Coherentes: antes de establecer una regla, piensa que no sea algo difícil o imposible de concretar por el niño. Recuerda que eres su modelo más importante y tú también debes respetar las reglas que quieres imponer.
- Consecuencias: las reglas establecidas deben ser respetadas, y si no lo son, habrá una consecuencia; es decir, un castigo. De esta manera el niño comprende su error, lo corrige y aprende un nuevo comportamiento.
Sabemos que son épocas difíciles para ser padre y que no hay un manual ideal para ser el padre perfecto. Tampoco estamos obligados a serlo. Simplemente, debemos educar, porque educar también es amar y preparar a nuestros hijos para los desafíos que se presentarán en sus vidas.
Algunas veces debemos ser “la mala”, pero con la convicción de que nos motiva el amor y las ganas de hacer de nuestros hijos hombres y mujeres de bien.
¿Estás de acuerdo con que se establezcan reglas en una casa? ¿Qué métodos utilizas? ¡Comenta tu experiencia!